El primer ministro anuncia una ley que retire estas máquinas de bares y estancos para reducir los altos índices de ludopatía juvenil.
Las tragamonedas de los bares y estancos podrían tener fecha de caducidad en Italia después de que el primer ministro, Matteo Renzi, anunciara en una entrevista con la revista ‘Vita’ que su Gobierno piensa prohibirlas en estos establecimientos. El país contaba a finales de 2015 con 418.000 de estas máquinas repartidas en más de 83.000 comercios, que facturaron la friolera de 25.900 millones de euros en el último año y con las que el Estado recaudó 3.300 millones. La ludopatía constituye un grave problema social entre los italianos, con alrededor de 800.000 personas con una fuerte dependencia. Los más vulnerables son los menores: el 41% de los chicos de 15 a 17 años y el 30% de las muchachas de esa edad son aficionados a los juegos de azar, principalmente apuestas deportivas a través de sus teléfonos móviles. Se calcula que el 14% de ellos corre riesgo de caer en la adicción.
Las asociaciones de consumidores y los expertos en la atención psicológica a los ludópatas acogieron con prudencia el anuncio de Renzi, pues tienen dudas de que la medida se vaya a llevar finalmente a cabo y advierten de que sólo afecta a una parte del problema. «Está bien quitar las tragamonedas de los bares y los estancos, pero no nos lo creemos hasta que el Gobierno obligue de verdad a hacerlo. Parece más un anuncio propagandístico que otra cosa», explica Carlo Rienzi, presidente de la Coordinación de Asociaciones para la Defensa del Medioambiente y de los Derechos de Usuarios y Consumidores (Codacons). «Estas máquinas son hoy sólo un sector de nicho. El mayor desafío viene de las salas de apuestas, que están multiplicándose como setas. Para abrirlas sólo hace falta una autorización de la comisaría, que comprueba que no estás haciendo trampas. No se tienen en cuenta los problemas sociales y de salud que provocan, especialmente entre la población más vulnerable: son sobre todo los pobres, los jóvenes y los ancianos los que se dejan el dinero pensando que con un golpe de suerte van a arreglar sus problemas», añade Rienzi.
Luciano Squillaci, presidente de la Federación Italiana de Comunidades Terapéuticas, especializada a la atención a personas con dependencia, considera «positivo» el anuncio del jefe de Gobierno, pero recuerda que la medida seguirá coja mientras no se ponga en marcha un programa de prevención de la ludopatía a nivel nacional. «Es hora de pasar a los hechos. Estamos cansados de declaraciones mientras asistimos a la tragedia que viven estas personas y sus familias, pues los juegos de azar destruyen todo», advierte Squillaci. El presidente de Codacons, por su parte, denuncia la paradoja que supone este sector para el Estado: «Lo utiliza para hacer caja de forma sencilla pero no tiene en cuenta el gasto médico y el coste social que conlleva luego. Pasa más o menos como con el tabaco. De fondo subyace un cinismo absurdo. Y mientras tanto, sigue proliferando el juego a través de internet sin que nadie lo controle y en el que caen sobre todo los más jóvenes».
A quienes no les ha gustado nada el anuncio del Gobierno, como podía esperarse, es a los propietarios de los establecimientos, muchos de los cuales consiguen cuadrar las cuentas gracias a las tragamonedas. «Eliminar estas máquinas no es la solución», sostiene Giorgio Pastorino, de la Federación Italiana de Estanqueros.
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