CUESTIONAMIENTO AL PROYECTO DE SHELDON ADELSON
El proyecto del promotor inmobiliario estadounidense Sheldon Adelson de levantar en España, acaso en la periferia de Barcelona, un gran conglomerado de ocio y juego emite el resplandor cegador de las grandes inversiones y la creación de puestos de trabajo y la desconfianza inevitable hacia quien quiere situarse por encima o al margen de la ley.
En días de crisis atenazantes, el brillo tiene efectos hipnóticos sobre algunos gestores, pero merece la pena poner las cartas sobre la mesa y ver qué mano lleva Adelson en esta partida. Incluso dando por sentado que en otros lugares -la Comunidad de Madrid, por ejemplo-, las autoridades parecen inclinadas a aceptar las condiciones más discutibles del proyecto.
En esencia, la inversión entraña excluir unos cuantos cientos de hectáreas de la aplicación de las leyes vigentes en varios ámbitos -laboral, medioambiental, sanitario y otros- y, una vez delimitado el perímetro del limbo legal, construir casinos, hoteles, campos de golf y todo el etcétera que quepa imaginar según el discutible modelo económico y estético de Las Vegas. Como razonó en fecha reciente el profesor Antón Costas en estas mismas páginas, no es este el crecimiento económico sostenible, sólido y con valor añadido al que debe aspirar la conurbación de Barcelona.
¿Por qué no este el camino? Porque el crecimiento fácil es la antítesis del crecimiento sólido, eficiente, al que aspiran las víctimas de la crisis y al que deben apuntar los gobernantes. Pero también porque el desarrollo económico y la salida de la crisis debe reunir las garantías jurídicas mínimas necesarias para que luego no haya sorpresas desagradables. Basta repasar los disparates encadenados en la costa levantina para comprender que la propuesta de Adelson está lejos de ser tranquilizadora.
En suma, sopesados todos los pros y contras, parece que el macroproyecto de ocio tiene demasiadas carencias como para que sea aceptable en bloque y sin ponerle peros. No solo porque entraña una gestión radical del territorio y por las implicaciones sociales que tiene, sino porque los competidores de Adelson en varios sectores quedarían en clara desventaja y sin argumentos comerciales para hacerle frente.
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