El deporte estadounidense, con muchas dudas por la nueva ley

La liga profesional de fútbol americano siempre ha mirado con recelo el mundo que acaba de convertirse en parte esencial de su futuro económico.

La decisión de la justicia norteamericana de levantar la prohibición sobre las apuestas deportivas en todo el país, dejando la legislación sobre el tema en manos de cada estado de manera individual, es lo suficientemente poderosa como para cambiar la relación de las grandes ligas con un mundo que, lo quieran o no, va a ser parte indisociable de su futuro económico. La NFL, en concreto, siempre ha mirado con recelo este asunto, y eso mismo han mantenido en la primera reacción a esta histórica decisión judicial.

Roger Goodell, comisionado de la NFL, emitió un comunicado en el que se mostraba preocupado por la «integridad del juego» y que su empeño en mantenerla era absoluto y constante. El comunicado, además, insistía en que las franquicias se iban a poner a trabajar de inmediato para ver de qué manera afrontar la nueva situación y proteger a la propia liga sobre cualesquiera que sean los peligros que la legalización del juego traigan a su negocio.

Esto último no se lo puede creer ni el más inocente de los lectores de las notas públicas de la NFL. Es evidente que, como el resto de las grandes ligas norteamericanas, hace años que se esperaba este momento, así que el plan para afrontar la nueva realidad debe estar en marcha hace el tiempo suficiente como para que no les pillen de sorpresa.

La NBA y, en menor medida, la MLB ya habían mostrado en el pasado que quizás no era prudente oponerse de plano al inevitable futuro que les aguardaba. De hecho, Adam Silver, comisionado de la liga de baloncesto, se posicionó como alguien que lo estaba deseando. Al ser la competición más progresista de Estados Unidos no extrañó a nadie tal postura, quizás más vetada a los conservadores del béisbol y el fútbol americano.

Pero lo cierto es que lo que llega para todos ellos es un montón de dinero. Una enormidad. Se estima, por ejemplo, que sólo en la Super Bowl pasada se movieron más de 4.760 millones de dólares de forma ilegal. Todo eso pasará a ser legal y, de esta manera, se multiplicarán los interesados en poner dinero en los resultados de los partidos.

Eso llevará a mayor interés en ver los encuentros en directo, en los estadios, en la televisión, en los programas previos. Seguro. De hecho, se ha filtrado en los últimos meses que en la NFL, en previsión de este momento, estaba trabajando en adecuar los estadios para poder apostar en ellos a jugadas concretas, touchdowns, jugadores, etc.

Por no hablar del crecimiento que puede notarse en las ligas Fantasy, que podrían pasar a ser de pago no sólo en internet o en Las Vegas, donde siempre ha sido legal apostar, sino en todos los barrios y bares de Estados Unidos.

Es cierto que, como hemos visto en Europa, las apuestas traen consigo a un buen número de delincuentes que quieren cambiar el signo de tal o cual competición en su favor, y que eso puede llevar a amaños. Pero a ese riesgo ya estaba expuesta la NFL, habría que recordarle a Goodell, cuando las apuestas eran ilegales (fuera de Las Vegas) y, aún así, estaban extendidas entre sus seguidores como una actividad lúdica más.

Hace bien Roger Goodell en mostrar todo su compromiso con la integridad del juego. Pero hará aún mejor aprovechando la ola económica soberbia que se le acerca, y de la que pueden sacar (de la que van a sacar) una tajada formidable a poco que se organicen con sus socios habituales, esto es, las televisiones y los medios de comunicación.

as.com

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